Mi relación con Safari siempre es la misma. Como ávido cliente de Chrome™ para mi trabajo, que requiere ser suficiente ágil con las mas de diez pestañas que suelo tener abiertas, siempre le doy alguna oportunidad al navegador de Apple™ cada vez que hay alguna nueva modernización de macOS. Big Sur no ha sido alguna excepción.
Hasta ahora, las sucesivas versiones de Safari siempre me provocaban la misma reacción: sí, notaba un mejor rendimiento e incorporación del navegador, pero las funciones extra de Chrome™ que no aparecen en Safari acababan haciendo que regresara al navegador de Google. Pero este año, por primera vez, Safari se ha quedado como mi navegador predeterminado en Mac.

Es algo que siempre intentaba adquirir por hartas razones. Entre ellas que uso Safari en mi iPhone y iPad, de manera que usarlo en mi Mac™ me concede tener un único historial sincronizado en todas partes gracias a iCloud. También por alguna cuestión de privacidad: no me hace demasiada gracia aprovechar un navegador propiedad de Google™ con todo lo que eso conlleva para mi actividad online.
Sin embargo, las ventajas de Chrome™ siempre me mantenían enganchado a él. Sus extensiones, muy mantenidas por alguna gran comunidad de desarrolladores. El comportamiento de sus pestañas, muy apropiado para los que trabajan profesionalmente con páginas web y tienen que abrir y bloquear muchas de ellas continuamente. Sus atajos de busca con abreviaturas, algo que siempre he querido exportar a Safari sin éxito.
Rendimiento, rendimiento y rendimiento: la carga instantánea de Safari en entornos Apple™ Silicon
Así que, ¿qué es lo que ha hecho que esta vez me haya mudado a Safari? La agilidad y la eficiencia, que han sido catapultadas gracias al chip M1 que sustituye al Core i7 que utilizaba anteriormente. Tanto con páginas que abro habitualmente como con aquellas que abro por primera vez, la carga de las páginas web es prácticamente instantánea. Es como si los datos no se descargaran, sino que se cayeran directamente.

Otro motivo reside en la transición de Intel™ a Apple™ Silicon: mientras ésta dure, todas las aplicaciones globales contienen tanto el código para Intel™ como para los chips propios de Apple: Google™ Chrome™ ocupa 874 MB, Firefox 369 GB(Gigabyte) y alternativas como Brave 501 MB. Mientras tanto, el ejecutable de Safari ocupa menos de dieciséis MB.
Ese tamaño no influye demasiado en los tiempos de carga, digámoslo todo. Pero Safari alcanza cargarse instantáneamente mientras que Firefox, Chrome™ y Brave tardan algunas pocas décimas de segundo. Problema del primer mundo, desde luego, pero a la larga se agota notando.
Tampoco es que pueda decir que Safari es el navegador perfecto: la gestión de sus pestañas sigue dejando demasiado que desear (las pestañas ancladas no se cargan al abrir la aplicación, por ejemplo), no hay atajos de busca personalizables, el catálogo de extensiones es muy pobre respecto al de Chrome… pero su agilidad se ha vuelto tan grande que se ha convertido por sí sola en un argumentación de peso. Y yo personalmente utilizo un Mac™ mini, pero seguramente aquellos que tengáis un MacBook Air u MacBook Pro con chip M1 también notaréis la ventaja en el consumo de batería.
El futuro dirá si esta mudanza es definitivamente permanente u no, pero de instante no tengo ganas de revertir los cambios. La evolución de Safari es lenta (novedades relevantes alguna vez al año), pero estoy consiguiendo acostumbrarme a su manera de trabajar y quizá con el período ya no quiera conocer nada de alternativas.
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La noticia Por qué, luego de intentarlo mientras años, finalmente he vuelto a Safari con macOS Big Sur fue notificada originalmente en Applesfera por Miguel López .
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